La Reina del Río: Un Encontronazo con una Elegante Troll en el Puente, Adaptable a Cualquier Sistema
En este artículo encontrarás una idea para un encuentro aleatorio y una localización de aventura diseñada para integrar fácilmente en tu partida. No presume el uso de ningunas reglas concretas, por lo que necesitarás adaptar las estadísticas y el botín al sistema que estés usando en tu mesa.
Junto a un viejo puente se encuentran los restos destrozados de una pequeña barcaza. Entre los tablones rotos y escombros esparcidos, aún pueden verse jirones de telas y sedas valiosas; sin embargo, parece que alguien se ha llevado la mayoría de la mercancía. Alterar estos restos de naufragio despierta la ira del mercader que pereció con su carga, ahora un poltergeist furioso que lanza fragmentos de madera y escombros contra cualquier intruso (tratar como uno o varios objetos animados, o bien como un haunt de Pathfinder).
El ladrón de estos bienes es una astuta troll acuática, una scrag conocida entre los lugareños como La Reina del Río, que ha convertido el puente en su morada. Armada con un escudo torreón improvisado—una puerta de madera cubierta de pieles húmedas y remachada con grandes placas metálicas de un azul chillón—la troll se protege eficazmente del fuego. Para atacar, blande una brutal maza primitiva, rematada con un pedazo de sílex afilado atado al extremo de un pesado garrote.
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La Reina del Río, arte por Miguel Regodon |
Su chorreante atuendo es tanto una muestra de vanidad como de su destreza como costurera, ya que viste un desaliñado vestido hecho de retales de sedas, pieles y telas exóticas, que ha cosido y tejido con sorprendente habilidad para alguien de su especie. La scrag demanda oro a los viajeros que quieran cruzar el puente, ya sea a pie o en barca, pero tiene una debilidad: los halagos y el coqueteo. Si los viajeros la adulan o le prometen traerle nuevas y exóticas telas en el futuro para ampliar su vestuario, les permitirá pasar sin pagar.
En caso de que los personajes decidan enfrentarse a la troll y logren ponerla en una situación desesperada, la criatura podría suplicar clemencia y ofrecerles un trato: perdonarle la vida a cambio de una pieza de su tesoro, escondido en su guarida subacuática solo accesible desde las profundidades bajo el puente. Esta oferta, sin embargo, no es tan sencilla como parece: los aventureros tendrán que sumergirse en la gruta por si mismos para reclamar su tesoro (o de lo contrario ella se atrincherará en su guardia y no regresará a cumplir su parte del trato). Quienes acepten el trato deberán contar con excelentes pulmones o algún medio para respirar bajo el agua, afrontando también el riesgo de que la troll se regenere y planee su venganza mientras ellos exploran la gruta. Pero la scrag no miente: en la gruta, entre cofres oxidados, se hallan no solo los fardos de telas y pieles exóticas robados, sino también otros objetos de valor que la troll ha recolectado durante años de saqueo y extorsión.
Si los personajes matan a la Reina del Río, el espíritu vengativo del mercader que perdió su vida y su carga al fin podrá descansar en paz, y el siniestro hechizo que afecta los restos de la barcaza desaparecerá junto con él.
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